Plástico alimentario

El plástico está presente en casi todos los ámbitos de nuestra vida: automóviles, mobiliario, construcción, productos de cosmética e higiene, y embalajes de todo tipo, incluido los de alimentación. Pero entre lo que tarda en degradarse (de 100 a 1000 años) y el uso abusivo que se hace de él, se ha convertido en uno de los contaminantes que despierta más rechazo y preocupación. Mucho se habla de la presencia de plásticos y microplásticos en mares y océanos, de su efecto devastador sobre la fauna marina, y de cómo se transfiere a lo largo de la cadena alimentaria. Son cada vez más las personas que, tomando conciencia de su parte de responsabilidad, deciden actuar y tomar medidas para intentar reducir su uso y favorecer su reciclaje.
El plástico en alimentación
El sector de la alimentación también ha caído rendido al uso del plástico y, tanto es así que en un supermercado es difícil comprar productos que no lo contengan. Si a ello le sumamos que en los países industrializados existe un exceso de producción de alimentos, en su mayoría con algún tipo de embalaje de plástico de un solo uso, y no siempre reciclable, es fácil pensar que el problema toma grandes dimensiones. De ahí que organizaciones como Greenpeace, entre otras muchas, expongan y den a conocer la repercusión que tiene el plástico sobre el medio ambiente.
Riesgos para la salud
Nuestro contacto con el plástico es diario, y es la alimentación y los productos de higiene (geles, cremas, pasta dentífrica…) una de las vías más directas. La comida entra en contacto con muchos materiales durante los procesos de producción, y es lógico pensar que en mayor o menor medida se produzca una pequeña migración del material al producto, y la posibilidad de tener algún efecto no deseable sobre nuestra salud. Es por ello que deben pasar previamente estudios exhaustivos y la aprobación por parte de un comité de expertos a nivel europeo, que establecen controles y requisitos legales que exigen que los materiales no liberen sus componentes a los alimentos en niveles que resulten perjudiciales para la salud humana.
El problema es que los plásticos contienen aditivos, sustancias químicas que se añaden para mejorar su procesamiento, y que resultan tóxicos. Muchos estudios se centran en detectar si existe fuga de estas sustancias durante la vida útil de los materiales de plástico o cuando son desechados. Una de ellas es el Bisfenol A (BPA), que se emplea en la fabricación de envases alimentarios, como botellas, latas, y otros envases destinados a alimentación. Ante una exposición sostenida, tienen efectos no deseables para el organismo. De hecho, pueden actuar como disruptores endocrinos, y alterar el sistema hormonal debido a que su estructura química es muy similar a la de los estrógenos. Por otro lado, existen otros compuestos tóxicos que, aunque no están presentes en los plásticos utilizados en el sector alimentario, tienen una presencia generalizada en el entorno, siendo inevitable que al final lleguen al consumidor.
Medidas saludables
En nuestro día a día hay algunas prácticas sencillas y fáciles de aplicar que pueden ayudar a cambiar la dinámica actual abusiva del uso de plástico. Van a suponer un beneficio para nuestro entorno y nuestra salud.
Para evitar generar tanta basura no biodegradable:
- Evitar el uso de bolsas de plástico, y usar las reutilizables. Es una medida que muchas personas ya llevan a la práctica
- Gestionar bien los residuos en el hogar. No descuidar los envases y garantizar su correcto reciclado.
- Escoger alimentos a granel o con poco embalaje. No hace tantos años lo habitual era ir al mercado o al pequeño comercio del barrio, y eso permitía comprar alimentos frescos que añadíamos directamente a nuestra cesta de la compra. Los hábitos de compra han cambiado, y con la falta de tiempo nos rendimos a la comodidad de ir a los grandes supermercados que nos permiten comprar todo en el mismo sitio. Pero en estos establecimientos abundan los alimentos procesados y envasados e incluso las verduras y las frutas se presentan en paquetes envasados con bandeja y film de plástico. Quizá es momento de reflexión y de revertir esta tendencia apostando por el producto “a granel”, pero sin caer en el error de coger una bolsa de plástico para cada alimento.
Para un mejor manejo de nuestros alimentos:
- Evitar fiambreras o “tuppers” de plástico y utilizarlas de vidrio o acero inoxidable. El vidrio también es buena opción para guardar las sobras de comida en la nevera.
- Mejor optar por botellas de vidrio y evitar las de plástico, que además son de un solo uso, y no se pueden volver a rellenar por riesgo de traspaso de compuestos del plástico al líquido de relleno.
- No utilizar cubertería de plástico fuera de casa. Actualmente se pueden encontrar de acero inoxidable y otros materiales más ligeros (madera, fibra de maíz…) y de diferentes tamaños para poder llevar encima.
Conclusión
Según un informe de Greenpeace, se calcula que los plásticos suponen entre el 60-80% de la basura marina. Esto es consecuencia del exceso de producción, el uso abusivo y la inadecuada gestión de los residuos. Es vital que tanto la industria como el consumidor tomen auténtica conciencia del problema que ya está presente, para intentar poner freno a esta tendencia tan injusta con el medio ambiente y la vida en él.
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