Razones para evitar el alcohol

Las bebidas alcohólicas están muy vinculadas a la vida social, y forman parte de encuentros y celebraciones diversas con amigos y familia, hasta el punto de que su consumo se ha normalizado. De hecho, muchos no entienden una buena comida sin una copa de vino. Pero el problema se presenta cuando en los últimos tiempos se ha llegado a ver con cierta condescendencia el consumo abusivo de alcohol como parte de la diversión, especialmente preocupante cuando se trata de adolescentes y jóvenes.
No hay que olvidar que el alcohol es una sustancia tóxica para nuestro organismo. Un consumo crónico afecta a una amplia variedad órganos y tejidos corporales produciendo daños permanentes graves, aunque también depende del factor de vulnerabilidad genética. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) este consumo equivaldría a una ingesta regular de más de 40 g y 60 g de alcohol diarios para mujeres y hombres respectivamente. De igual forma, un consumo de riesgo, aun siendo ocasional, como es tomar gran cantidad de alcohol en un periodo corto de tiempo, puede derivar en intoxicación etílica aguda, y acabar en arritmias cardiacas agudas, pérdida de conciencia, e incluso pancreatitis aguda. Por otro lado, cuando el consumo es esporádico y en poca cantidad, los efectos son reversibles. De cualquier manera, y aunque dependa de la cantidad ingerida y de la tolerancia individual de cada persona, los efectos del alcohol se manifestarán siempre en mayor o menor grado.
La dependencia alcohólica
La mayoría de la gente piensa que la adicción al alcohol sólo afecta a unos pocos, y aunque hay factores de riesgo predisponentes al alcoholismo, lo cierto es que cualquiera puede verse afectado por esta enfermedad. Hay factores biológicos, algunos genéticos, que favorecen la adicción y el estímulo a seguir bebiendo. Otras causas están relacionadas con aspectos psicológicos, pues aquellas personas con alto nivel ansiedad, estrés y/o depresión, pueden ver en el alcohol una salida fácil a ese estado, ya que éste les otorga una sensación rápida de alivio. Y si se produce de forma repetida puede dar paso a la dependencia alcohólica. El entorno también puede ser un factor determinante; la familia en nuestra infancia y el contexto social en el que nos movamos en la etapa adulta también va a influir en nuestro patrón de consumo.
Cómo afecta
El consumo crónico de alcohol provoca problemas de salud físicos y mentales, pero también sociales y familiares, pues puede repercutir en las relaciones personales. En cuanto a la salud, afecta al aparato digestivo, al sistema cardiovascular, al sistema nervioso y músculo-esquelético, entre otros. Además aumenta en gran medida el riesgo de padecer determinados tipos de cáncer. A nivel digestivo, y teniendo en cuenta que constituye la primera toma de contacto de nuestro cuerpo con el alcohol, es obvio pensar que va a producir alteraciones tales como reflujo gastroesofágico, gastritis, trastornos del vaciado gástrico (diarreas), pancreatitis aguda y crónica. Y, en muchos casos de alcoholismo, puede hasta causar cirrosis hepática.
Por otra parte, el consumo crónico y excesivo también se ha asociado a miocardiopatía alcohólica, atrofia cerebral, trastornos psicóticos, osteoporosis y enfermedades inflamatorias.
Los motivos para evitar el alcohol son muchos. El abanico de enfermedades asociadas a su consumo es, como acabamos de ver, muy amplio, y queda evidenciado que afecta a una amplia variedad órganos.