Prevención del cáncer de piel

La piel, como cualquier otro tejido del organismo, está formada por células que se regeneran constantemente y, por lo tanto, son susceptibles de padecer una trasformación maligna que degenere en un cáncer. La piel tiene diferentes capas, siendo la epidermis la más superficial, seguida de la dermis y la hipodermis, que es el tejido graso subcutáneo. En la epidermis encontramos diferentes tipos de células: las escamosas, las basales y los melanocitos. Todas ellas pueden sufrir alteraciones y producir diferentes tipos de cánceres: los tumores epidermoides o espinocelulares (de células escamosas), los basocelulares (de células basales) y el melanoma maligno (de melanocitos).
Cáncer de piel
No melanoma
Los tumores epidermoides son un 25% de los tumores cutáneos y se originan en la capa más superficial de la epidermis, mientras que los tumores basocelulares se dan en capas más profundas. Los epidermoides pueden extenderse a ganglios, aunque lo hacen rara vez, mientras que los basocelulares no se propagan nunca. Aparecen ambos en zonas expuestas al sol, como cabeza y cuello (55%), extremidades superiores (18%) e inferiores (13%). La exposición constante al sol hace que se vayan produciendo lesiones en el ADN que se van acumulando, de manera que esta patología rara vez se ve antes de los 45 años. Primeramente da lugar a una lesión benigna, la queratosis actínica, una lesión rojiza y elevada que en ocasiones degenera en un cáncer de piel. El diagnóstico es visual y se confirma al extirpar la lesión y analizarla.
El tratamiento del cáncer de piel no melanoma suele ser mediante cirugía local, con una tasa de curación del 92-100% en tumores superficiales, siendo del 72% aproximadamente en lesiones más profundas. Existen otros mecanismos terapéuticos como la radioterapia, el tratamiento tópico, la crioterapia o la electrocoagulación.
Melanoma
El melanoma supone el 2% de los tumores en general. En España, se detectan unos 36.000 casos nuevos cada año, más en mujeres que en hombres y entre los 40 y los 70 años. Aparece sobre todo en personas con la piel clara y que se han expuesto a radiaciones ultravioletas de alta intensidad, ya sea el sol o máquinas de bronceado. Se manifiesta por la aparición de un lunar negro nuevo o bien por alteraciones sobre un lunar ya existente de manera que éste sea asimétrico, con los bordes irregulares, de una coloración azulada o negruzca y con un diámetro mayor de 6 mm o que ha aumentado. Al diagnóstico, como en los cánceres cutáneos no melanoma, se llega por el examen cutáneo y el definitivo lo da el análisis de la parte estudiada.
El melanoma detectado a tiempo y extirpado tiene una elevada tasa de supervivencia, pero puede dar metástasis, momento en el cual la supervivencia cae por debajo del 10%. El tratamiento de elección es la cirugía, pudiéndose utilizar también radioterapia, quimioterapia e inmunoterapia, con buenos resultados en éste última, sobre todo combinada con quimioterapia.
Prevenir el cáncer de piel es curar
Es evidente que todos los tumores cutáneos están relacionados con la exposición a los rayos ultravioletas, con lo cual su prevención es bien sencilla, evitar la exposición solar inadecuada, de mucha intensidad y sin protección. Es aconsejable evitar tomar el sol entre las 12 y las 17 horas, siempre con un factor de protección adecuado para el tipo de piel (mínimo 15-20), protegerse mediante barreras físicas (ropa, sombreros, parasoles), utilizar unas gafas de sol adecuadas, beber abundante agua y examinarse periódicamente los lunares, especialmente aquellos que se hallen en las zonas expuestas al sol. En caso de cambios o aparición de lesiones es necesario acudir cuanto antes a un dermatólogo.
El sol nos aporta muchos beneficios y es agradable disfrutar del buen tiempo, pero eso no es motivo para poner en riesgo nuestra salud. Con unas precauciones muy básicas podemos obtener el máximo del sol y el verano sin perjuicio para nuestro bienestar.
David Cañadas Bustos – Especialista en Medicna General - Médico consultor de Advance Medical