La infancia y la enfermedad oncológica (I)

13 Nov 2013
lombrices intestinales

Poder llorar la pérdida de un ser querido adecuadamente y afrontar la pérdida antes de que se produzca, en el momento en que sucede y sobre todo después, hace que el niño crezca sin sentirse culpable, deprimido, enfadado o asustado. De este modo, se le da la posibilidad de adquirir unas capacidades que le servirán para toda su vida. No hay fórmula mágica para superar una pena profunda de manera rápida e indolora, porque cada persona es diferente y reacciona de manera diferente, pero sí que podemos aprender de los estudios que se han realizado, de las tradiciones y la observación, y añadir un poco de sentido común.

Es recomendable fomentar la comunicación con los niños. El sentimiento que puedan tener de que se les está escondiendo alguna cosa crea en su imaginación una situación equivocada o más grave de la que pueda ser realmente. La cantidad de información que se ha de dar y la manera de comunicarla dependerá del grado de madurez del niño, ya que el concepto de enfermedad y muerte no es el mismo a los 4 que a los 10 años. Deberían ser explicaciones cortas y claras, y adaptadas al nivel de madurez de cada niño. Conviene responder a todas las preguntas: los niños hacen preguntas simples que necesitan respuestas simples. El interlocutor puede ser el mismo paciente o alguien próximo.

Es importante que los niños sepan desde el principio que el cáncer no se contagia. Los sentimientos de culpa, que pueden aparecer, han de abordarse inmediatamente para evitar futuros problemas emocionales.

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