Testimonio de Marisa

Marisa C. se ha encontrado con el cáncer de mama en tres ocasiones a lo largo de su vida. La primera, en 1999, cuando ella tenía 50 años, el cáncer se dio a conocer gracias a una mamografía rutinaria. La operación fue inminente y mediante un vaciado parcial, pudo conservar prácticamente íntegro su pecho. Por aquel entonces, Marisa hubiera “preferido morir a quedarme sin pecho”. Ante esta situación, su hijo acudió a un psicólogo que le dijo que “esta postura tan extrema se daba muy a menudo entre las pacientes”.
Tras cinco años de revisiones y controles periódicos, le detectaron otro tumor de las mismas características y en el mismo pecho que el anterior. Esta vez, realizar una mastectomía fue la única solución. En esta ocasión, su hijo opinaba que “el impacto no fue tan enorme ya que se trataba del segundo cáncer y para entonces ella había alcanzado una estado de serenidad y equilibrio muy importante”, otro de sus hijos dijo que “pudo relativizar su pérdida y seguir adelante, sintiendo plenamente que ella seguía siendo exactamente la misma, con toda su armonía y feminidad”.
Pero el cáncer se volvió a reproducir. Se cambió la medicación y se pudo controlar. En este tercer reto su hijo admite haber estado a la altura de las circunstancias: “Tanto ella como yo somos mucho más maduros y más fuertes. Ahora veo a mi madre como a mi héroe”.
Uno de sus hijos quiere enviar un mensaje a todas las madres que han sufrido un cáncer de mama: “no olvidéis que como madres tenéis derecho a reclamar la atención de vuestros hijos. Si muestran reticencia, pensad que a menudo es ignorancia y miedo, pero esto se puede combatir y vencer entre todos”.