Una compañera llamada diabetes

13 Nov 2015
microrrelato

Aquel médico derrumbó mis cimientos. Al principio negaba y negaba. No podía ser diabético. ¿Por qué yo? Todos mis amigos bebían alcohol y comían lo que querían. Me sentía raro. Pero poco a poco fui comprendiendo y adaptándome a este estilo de vida. Nunca he considerado la diabetes como una enfermedad. Y creo fue fundamental entenderla de esta manera. Te acostumbras a ser diabético como el que se acostumbra a las alergias o intolerancias. Pero hay que ser fuerte. No sentirse como un juguete roto, sino como uno diferente.

Me he levantado nostálgico. Cuánto ha evolucionado todo en torno a la diabetes. Aún me viene a la memoria cuando hervía y limpiaba con alcohol 2 veces al día la jeringuilla. Cuando mi madre me ponía las primeras inyecciones y cómo notaba la comezón cuando entraba la aguja en mi estómago. Puede que ver la cara de aprensión y dolor de mi madre tampoco ayudara mucho. No le dejé ponerme muchas más, pronto comencé a inyectarme la insulina yo mismo, y la verdad, no dolía tanto. Te acostumbras a las agujas. Qué remedio te queda.

Te acostumbras a las agujas. Qué remedio te queda.

Ahora todo es mucho más fácil. Tenemos bolis. O así los llamo yo. Giras una pequeña ruleta para ajustar la dosis exacta de insulina, te lo colocas en la pierna, pulsas el botón, la aguja entra y listo. Usar y tirar. Yo siempre he visto los alimentos y bebidas como unidades de hidratos. Tantas unidades, igual a tanta insulina. Sencillo. Es la manera que tengo de controlar lo que como, porque en la diabetes el control es vital. También recuerdo lo ignorantes que éramos antes. Qué peligrosa es la ignorancia. Puede, que el peor enemigo de la diabetes. Antes, tenías que ir al médico cada tres meses.  Era la única persona que te decía lo que tenías que hacer. Tu vida dependía de un tercero. Y eso, era peligroso. Ahora existen cursos de concienciación, seminarios, incluso tengo una aplicación en el móvil que controla diariamente mis necesidades de insulina. Un día me dijo un doctor: “La diabetes requiere comprensión y control. Cada persona es diferente y por lo tanto afecta de distinta manera en cada cuerpo. Tienes que ser tu mejor médico”.

Un día me dijo un doctor: Tienes que ser tu mejor médico

Y me convertí en un experto de la diabetes tipo 1. Tengo una rutina marcada. Todas las personas tienen la suya. Hago cinco comidas  al día y practico ejercicio siempre que puedo.  Pero si hay algo que destaco por encima de todo para llevar una vida normal a pesar de esta compañera, han sido la familia y amigos. Rodearse de gente que te quiere es fundamental. Personas que te entiendan y ayuden. Que disfruten contigo. Que tú disfrutes con ellos. Y sobre todo, una mujer que te quiera como eres y se convierta en tu segundo mejor médico. Así que, si me dieran a elegir entre mis dos hijos, mi mujer y mis amigos, a cambio de una vida sin diabetes, sin duda, volvería a ser diabético.

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La diabetes es una patología que sufren 300 millones de personas en todo el mundo. Todos tenemos algún familiar, amigo o conocido que la padece. Por eso es importante saber cómo viven y lo que necesitan para poder ayudarles si es necesario. O quién sabe, puede que algún día tú seas uno de ellos y necesites esa ayuda. La información y concienciación es fundamental en estos casos. Este relato muestra un día en la vida de un diabético, cómo lleva esta “compañera de viaje” y cómo ha vivido la evolución médica en este tipo de patología.

¿Por qué hacemos microrelatos? Con el programa ARTERIADKV, DKV Seguros engloba diferentes acciones que fomentan la creación artística, siempre ligada a la salud y a la mejora de la calidad de vida. De este modo, pretendemos estimular la innovación y la creatividad en el sector asegurador y sanitario, además de fomentarla como un valor en la sociedad.

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