Emociones en el aprendizaje, ¿conoces su importancia?
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Cómo pueden influir las emociones en el aprendizaje y desarrollo de un bebé
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Las principales características de algunas de las emociones en el aprendizaje
Cómo pueden influir las emociones en el aprendizaje y desarrollo de un bebé
A partir de los primeros impulsos y sensaciones, cualquier bebé va a desarrollar emociones básicas que influirán fuertemente en su aprendizaje como: el miedo, el enfado, la curiosidad o la alegría.
Es por ello que, los padres, deben aprender a escuchar activamente las diferentes conductas que desarrollen sus hijos desde que son pequeños y seguir así a lo largo de todo su proceso de maduración y crecimiento para entender en todo momento cuáles son sus emociones y fomentar la crianza emocional saludable.
Pero, ¿qué son las emociones?
Las emociones son las muestras o estados que desarrollamos frente a diferentes estímulos del entorno que nos rodea, su existencia es de vital necesidad en cualquier desarrollo de capacidades adaptativas implicadas en la maduración afectiva, cognitiva y autorreferencial.
En cada tipo de emoción, en cualquier situación de la vida, existe una reacción o comportamiento diferencial y, por supuesto, de la relación de cualquier ser con el medio y con los demás. Acostumbramos a dividirlas en emociones positivas o negativas debido a la forma que tienen de afectar a la conducta de cualquiera y, especialmente a su adaptación a lo aceptado socialmente, siguiendo la rueda de las emociones establecida por Robert Plutchik, debemos determinar que todas, sean de la naturaleza que sean, son de vital necesidad para una correcta y sana salud emocional al fomentar distintos tipos de conductas adaptativas.
Del mismo modo, tras el descubrimiento de Rizzolatti en 1992 sobre las neuronas espejo, parece que el sistema neuronal de espejo permite adueñarse de emociones de los demás y su manera de desarrollar estas. Esto nos sirve como lanzadera a la hora de comprender y actuar ante determinados comportamientos infantiles, ya que sus emociones puede ser el resultado de lo aprendido de los más mayores y, como no podría ser de otro modo, debemos tenerlo en cuenta.
Por ello, vamos a abordar el enfoque y el trabajo de las emociones en el aprendizaje en los más pequeños desde dos puntos de vista convergentes: la educación emocional tal como plantea el Modelo de competencias emocionales desarrollado por Rafael Bisquerra y el GROP (Grup de Recerca en Orientació Psicopedagógica), y desde el concepto de la salud emocional que desarrolla el Modelo de intervención emocional creado por la psicóloga Yolanda Salvatierra para el trabajo con familias de KASH-LUMN Family Care. Este último modelo trabaja con las 6 emociones primarias como núcleo del desarrollo emocional.
Las principales características de algunas de las emociones en el aprendizaje
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El miedo, de las primeras emociones en el aprendizaje que es experimentada en cualquier bebé, se desarrolla ante situaciones desconocidas y que el cerebro humano interpreta como potencialmente dañino o peligroso. El malestar infantil al sentir hambre propicia la búsqueda de alimento y protección, y es la primera capacidad adaptativa que todo bebé desarrolla gracias al instinto de supervivencia. Esta emoción nos convierte en seres más prudentes y curiosos a partes iguales, capacidades adaptativas básicas implicadas en la emoción del miedo.
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El enfado y la ira, emociones ligadas al sentimiento de frustración, pero con origen distinto. El enfado proviene cuando el estímulo desencadenante nos hace sentir impotentes, queremos y creemos que podemos conseguir algo, pero no lo logramos, y aparece la frustración. En cambio, la rabia y la ira cuando lo que sentimos es una injusticia, es decir, la naturaleza de la emoción de la ira es un profundo sentimiento de injusticia. Para resolver la impotencia debemos dedicar esfuerzo y perseverancia junto a la capacidad de superación. En el caso de los más pequeños, aquel que se enfada aprenderá, del mismo modo, a realizar esfuerzos, conocer y aceptar sus capacidades propias y, posteriormente, reconocer el sentimiento de satisfacción y a construir una autoestima sana y segura.
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La alegría, unida a la sorpresa, son dos emociones que nos encanta ver vivir en los más pequeños. Por ello, es reseñable enseñarles a reconocer esta emoción y darle el valor que tiene. Es esencial que transmitamos el valor de la alegría a los niños a través de todo aquello que les produce placer a través de sus sentidos, y también con todo lo que les causa satisfacción cuando obtienen un logro. Así mismo, no es necesario estar siempre alegres o felices porque si nos acostumbramos y nos amoldamos a este estado se pueden perder capacidades de desarrollo de recursos y madurar de forma correcta.
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La tristeza, que a diferencia de la alegría, es una de las emociones que menos gusta sentir en los niños, pero conviene rescatar la parte positiva y darle el valor que tiene. La naturaleza de la tristeza es el sentimiento de vacío que conlleva la pérdida de un ser querido o de un objeto con el que se haya establecido un fuerte apego. Esta emoción, nos conecta con el amor y la sensación de gratitud, ya que, la sentimos si antes hemos podido reconocer que queremos y necesitamos aquello que vamos a poder perder. En el caso de los bebés, esta emoción no aparece hasta que puede reconocer que su mamá es un ser diferenciado de él mismo, que puede desaparecer y tener su propia vida. Esta sensación de desprotección y abandono permite darnos a conocer que necesitamos a los demás, y de ahí el desarrollo de sentimientos tales como la gratitud y el afecto.
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La sorpresa, la gran emoción del aprendizaje, ya que se basa en la capacidad de asombro que todo niño tiene ante un suceso inesperado. Esta emoción esta muy ligada a otras como la alegría, pero también con el miedo debido a la incertidumbre. Es muy importante educar en el asombro y aprender a gestionar de manera correcta la emoción de la sorpresa ya que, desde una edad muy temprana, un bebé es capaz de asombrarse y reaccionar ante lo inesperado. A través de la sorpresa se activa la capacidad de ser curioso y aprender. Pero la sorpresa debe tener sus límites para que no conlleve un perjuicio de saturación o adicción.