El duelo infantil en niños de 6 a 9 años
A partir de los 6 años, los niños van tomando una idea más clara sobre la muerte. Pero no es hasta los 10 años cuando la asumen como algo universal que afecta a todos. Es por ello que el duelo infantil dependerá de la etapa en la que el niño se encuentre.
El hecho de que los niños a estas edades tengan adquirida la habilidad de comprender la muerte y sus consecuencias, no significa que estén preparados para afrontarla o reaccionar ante ella racionalmente. El fallecimiento de un ser querido constituye una situación que pone seriamente a prueba su capacidad para afrontar la pérdida, iniciando un proceso de duelo infantil.
- Reacciones ante la pérdida de un ser querido
- Cambios en la conducta infantil durante el proceso de duelo
- ¿Cómo ayudar en un proceso de duelo infantil?
Reacciones ante la pérdida de un ser querido
Algunas reacciones en los niños de 6 a 9 años ante una pérdida cercana son:
- La negación. Es la respuesta más común, negar que la muerte haya ocurrido. La negación representa un muro para que no les afecte y pueden reaccionar con agresividad o, por el contrario, más contentos y juguetones que de costumbre.
- La idealización. Insistir en idealizar a la persona fallecida les permite mantener una relación imaginaria con la misma.
- La culpabilidad. Si no pueden expresar la tristeza que sienten, pueden llegar a recordar frases de la persona en vida y llegar a creer que el fallecimiento es fruto de su mala conducta, por ejemplo.
- El miedo. Normalmente a esas edades los niños pueden sentirse asustados y vulnerables e intentan ocultar sus sentimientos, sobre todo porque no quieren que sus compañeros de escuela les vean “diferentes”.
- Se ocupan de los demás. Intentado asumir el papel de la persona fallecida.
Esta serie de reacciones son fruto del proceso de duelo infantil que, al igual que las personas adultas, los niños también experimentan cuando sufren la pérdida de un ser querido.
Cambios en la conducta infantil durante el proceso de duelo
Además, estas reacciones pueden venir acompañadas de un cambio en su conducta habitual como por ejemplo:
- Falta de apetito.
- Aparición de dolencias físicas como dolores de cabeza, de barriga, etc.
- Aumento de su sensibilidad y su demanda de atención.
- Falta de energía.
- Retroceso a etapas anteriores como por ejemplo chuparse el dedo u orinarse en la cama.
- Aumento del miedo a la oscuridad o a estar solos, sobre todo en el momento de acostarse.
- Rechazo a ir a la escuela acompañado de un declive de su rendimiento académico.
Como ya hemos comentado en otros artículos, el duelo es un proceso natural y, por lo tanto, tenemos que dejar que siga su curso, siendo conscientes de que cada persona lo afrontará de una forma distinta, aunque como adultos tenemos unos recursos que los niños no tienen todavía y por eso es importante saber cómo podemos ayudarlos en su proceso.
¿Cómo ayudar en un proceso de duelo infantil?
En el caso de los niños, es importante que les prestemos especial atención puesto que por sí mismos aún no tienen los suficientes mecanismos para gestionar una pérdida.
- Es importante retomar las rutinas diarias lo antes posible, puesto que ayudan a recuperar la seguridad y el control.
- Reforzar las tutorías con los profesores del colegio, porque en algunos casos la tristeza puede notarse en su rendimiento académico.
- Aumentar la comunicación con ellos, estando atentos a aquello que nos quieren expresar y quizás no saben cómo. Ayudarles a que puedan hacerlo es importante.
- Realizar planes al aire libre, hacer deporte y ejercicio físico.
- Explicar anécdotas familiares para transmitir al menor todo el amor del fallecido. También es importante seguir manteniendo tradiciones, como las fiestas de Navidad.
- Aunque es importante no patologizar un proceso que es natural, en caso de ser necesario, podemos consultar con un pedagogo o un psicólogo que actúe como apoyo.
El duelo infantil, al igual que el de los adultos, tiene una durada específica para cada caso. Es importante respetar el tiempo que cada niño necesite para trascurrir el proceso de duelo sin forzarles ni obligarlos a estar bien. La tristeza es un sentimiento natural y han de poder tener su espacio para expresarla.
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