Lácteos desnatados o sin lactosa, ¿son tan malos?

Creado el
02 Oct 2018
Modificado el
23 Oct 2023
La gama de lácteos en el supermercado es cada vez más amplia.
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Lácteos

Se mezcla el deseo de seguir una dieta saludable con el de estar siempre a la última y probar productos nuevos, lo que da como resultado un consumidor cada vez más exigente que no se conforma con lo de toda la vida. Por su parte, la industria láctea intenta satisfacer al consumidor y, atendiendo a esta demanda, se las ingenia para sacar al mercado variedad de productos para que cada cliente encuentre la leche que mejor se adapte a sus necesidades, leche semidesnatada, leche desnatada, leche de soja... Y es que el sector de los lácteos se ha sumado al concepto de alimento funcional.

Las dos elementos principales que se eliminan en los productos lácteos que encontramos en las estanterías de los supermercados son:

 

La grasa

Los lácteos desnatados, sobre todo la leche desnatada,  hace tiempo que están presentes en el mercado. Son productos a los que se les ha extraído la grasa por ser rica en ácidos grasos saturados y colesterol. El sobrepeso y las enfermedades cardiovasculares son en gran parte los que fomentan su consumo. Pero si hasta ahora se habían recomendado lácteos desnatados, estudios recientes están cambiando esta tendencia, pues indican que tomarlos no incrementa ni disminuye los niveles de colesterol, por lo que no suponen un beneficio extra, y por tanto no tiene sentido recomendarlos en personas sanas. Quizá y hasta que no se llegue a un consenso firme al respecto, la mejor opción es personalizar la dieta a teniendo en cuenta el perfil lipídico, así como la existencia de enfermedades asociadas y/o hábitos de vida poco saludables que puedan aumentar el riesgo cardiovascular.

Hay que considerar que la diferencia de contenido graso entre la leche entera, semidesnatada y  la leche desnatada no es tan desorbitada, pues es de un 3.5%, 1.5% y 0.1% respectivamente. Además, eliminando la grasa de la leche, se pierden las vitaminas liposolubles que contiene, a no ser que se añadan después del proceso de desnatado. Igualmente, hay que señalar que, dentro del grupo de los lácteos, el caso de los quesos es distinto, pues el aporte graso se dispara, sobre todo en quesos curados y semi-curados, que contienen un 45-60% de materia grasa.

 

La lactosa

La lactosa es el principal hidrato de carbono de la leche, y se trata de un disacárido formado por dos monosacáridos (glucosa y galactosa). Nuestro sistema digestivo tiene la capacidad de digerirlo gracias a la presencia de lactasa en el intestino, enzima capaz de dividir la lactosa en sus dos componentes más sencillos para que puedan atravesar la pared intestinal. Si hay deficiencia de lactasa es cuando aparece la intolerancia a la lactosa y con ella toda la sintomatología que la caracteriza, como gases, distensión y dolor abdominal, diarrea, etc. La intolerancia a la lactosa se ha convertido en una enfermedad más frecuente de lo que pensamos. Pero no hay que dejarse llevar por la moda creciente de eliminar ciertos componentes de la dieta sin que se haya diagnosticado previamente la existencia de la intolerancia. Ante la sospecha de padecerla, hay que acudir al especialista en aparato digestivo para que pueda valorar el caso y determinar mediante la prueba de hidrógeno espirado si está presente o no la enfermedad.

Los lácteos sin lactosa suponen una buena alternativa para aquellas personas con intolerancia a la lactosa. Hoy en día existen gran variedad de marcas que han incorporado al mercado esta opción, y no sólo para la leche, sino también para el yogur y el queso.

A este tipo de lácteos se les ha añadido lactasa para hidrolizar la lactosa y mejorar su digestibilidad. Y además, en este caso, no hay pérdida de nutrientes. Seguirá siendo una buena fuente de minerales (calcio), de proteínas y de vitaminas.

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Equipo medico dkv
Autor/a: Equipo médico DKV

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