Rotura del tendón de Aquiles: causas, síntomas y tratamiento

La rotura del tendón de Aquiles es una de las lesiones más frecuentes entre personas activas que practican deporte de forma ocasional. Aunque puede parecer una dolencia propia de deportistas profesionales, lo cierto es que afecta con más frecuencia a hombres de entre 30 y 50 años que hacen ejercicio de manera intermitente, sin una preparación adecuada. Este tipo de lesión suele aparecer de forma repentina, sin avisar, y el dolor que provoca puede ser tan intenso que impide seguir caminando con normalidad.
El tendón de Aquiles es el más fuerte del cuerpo humano, pero eso no lo hace invulnerable. Un mal gesto, un salto mal ejecutado o una carrera demasiado exigente pueden causar una lesión en el tendón de Aquiles, incluso una rotura total o parcial. En ambos casos, el tratamiento adecuado y el diagnóstico temprano son esenciales para evitar complicaciones y lograr una recuperación completa.
¿Qué es la rotura del tendón de Aquiles?
La rotura del tendón de Aquiles es una lesión que afecta al cordón fibroso que conecta los músculos de la pantorrilla (sóleo y gemelos) con el hueso del talón (calcáneo). Este tendón es esencial para caminar, correr, saltar o ponerse de puntillas. Su función es la de permitir que el pie se mueva hacia abajo y absorber el impacto cuando los pies tocan el suelo.
Cuando se produce una rotura, el tendón se desgarra parcial o totalmente, interrumpiendo su capacidad para realizar movimientos normales. Esto provoca una pérdida repentina de fuerza y funcionalidad en la pierna afectada.
Hay dos tipos de rotura:
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Rotura parcial: solo algunas fibras se rompen. Puede pasar desapercibida al principio, ya que la persona aún puede caminar, aunque con molestias.
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Rotura total: el tendón se rompe completamente, impidiendo caminar con normalidad. Suele acompañarse de un dolor agudo y de la imposibilidad de ponerse de puntillas.
Este tipo de lesión suele estar relacionada con un esfuerzo excesivo, como un salto o una carrera intensa, especialmente si se realiza sin un calentamiento previo o con el tendón ya debilitado.
¿Cuáles son las causas más comunes?
La rotura del tendón de Aquiles suele producirse de forma repentina, sin que existan antecedentes evidentes. Es una lesión que aparece con más frecuencia durante la práctica deportiva, especialmente en deportes que implican saltos, carreras o cambios bruscos de dirección.
Las causas más habituales incluyen:
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Sobrecarga repentina del tendón: movimientos explosivos como un salto o un sprint pueden forzar el tendón más allá de su capacidad, provocando un desgarro.
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Falta de calentamiento: iniciar la actividad física sin preparar adecuadamente los músculos y tendones aumenta el riesgo de lesión.
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Vida sedentaria combinada con actividad intensa ocasional: muchas personas que practican deporte solo los fines de semana sin una rutina regular son más propensas a esta lesión.
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Edad y género: los hombres entre 30 y 50 años presentan una mayor incidencia, posiblemente por la pérdida de elasticidad natural del tendón con la edad.
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Uso prolongado de ciertos antibióticos o corticoides: algunos medicamentos, como las fluoroquinolonas, pueden debilitar los tendones.
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Dorsiflexión forzada del tobillo: este movimiento, en el que los dedos del pie se acercan bruscamente a la espinilla, puede provocar una rotura.
¿Cómo identificar una lesión en el tendón de Aquiles?
Una lesión en el tendón de Aquiles puede manifestarse de forma muy clara o pasar desapercibida si es parcial. Reconocer los síntomas a tiempo es clave para iniciar el tratamiento adecuado y evitar complicaciones.
Estos son los signos más habituales que indican una posible rotura:
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Dolor súbito e intenso en la parte posterior del tobillo o la pantorrilla, que puede sentirse como un latigazo o una patada fuerte.
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Sensación de chasquido o desgarro en el momento de la lesión.
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Dificultad para caminar o imposibilidad de apoyar correctamente el pie afectado.
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Hinchazón rápida en la zona del tendón.
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Hematoma visible detrás del tobillo en algunos casos.
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Incapacidad para ponerse de puntillas o levantar el talón del suelo.
En las roturas parciales, algunos de estos síntomas pueden no aparecer de inmediato. De hecho, es posible que la persona continúe caminando con cierta normalidad al principio. Sin embargo, la cojera se vuelve más evidente con el paso de los días y la movilidad se reduce de forma progresiva.
Ante cualquiera de estos síntomas, especialmente si hay dolor agudo o imposibilidad de caminar con normalidad, es recomendable acudir al médico cuanto antes.
Diagnóstico y pruebas para detectar la rotura
Ante la sospecha de una rotura del tendón de Aquiles, el diagnóstico debe realizarlo un profesional sanitario, habitualmente un médico de atención primaria o un traumatólogo. La confirmación suele combinar la exploración física con pruebas de imagen.
Durante la exploración, el especialista puede realizar maniobras como:
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Prueba de Thompson: el paciente se tumba boca abajo y el médico aprieta la pantorrilla. Si el pie no se mueve, es indicativo de rotura.
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Palpación directa: a veces puede notarse un hundimiento en la zona del tendón, característico de una rotura total.
Además, para confirmar el diagnóstico y evaluar la gravedad, se utilizan pruebas de imagen como:
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Ecografía: permite ver en tiempo real si el tendón está roto y hasta qué punto. Es rápida y no invasiva.
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Resonancia magnética (RM): se emplea si se necesita un estudio más detallado o hay dudas con el diagnóstico. Proporciona imágenes precisas del tendón y los tejidos adyacentes.
Un diagnóstico temprano permite elegir el tratamiento más adecuado y reducir el riesgo de complicaciones, como una cicatrización deficiente o una nueva rotura.
Tratamiento para la rotura del tendón de Aquiles
El tratamiento de una rotura del tendón de Aquiles depende del tipo de lesión (parcial o completa), del estado general del paciente y de su nivel de actividad física. Un traumatólogo evaluará el caso y propondrá el enfoque más adecuado, que puede ser conservador o quirúrgico.
Tratamiento conservador
El tratamiento conservador se basa en la inmovilización del pie y el tobillo, especialmente en casos de rotura parcial o en pacientes con contraindicaciones quirúrgicas. Suele incluir:
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Uso de férulas o botas ortopédicas que mantienen el pie en posición de flexión plantar (con el talón elevado).
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Reposo y descarga del peso corporal en la pierna afectada.
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Tratamiento con hielo y antiinflamatorios para controlar el dolor y la inflamación.
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Una vez estabilizada la lesión, se inicia una rehabilitación progresiva, con ejercicios diseñados para recuperar la fuerza, la flexibilidad y la función del tendón.
Este enfoque evita la cirugía, aunque puede tener un mayor riesgo de recidiva si no se siguen adecuadamente las pautas de recuperación.
Tratamiento quirúrgico
En los casos de rotura completa, especialmente en personas jóvenes, activas o deportistas, el tratamiento quirúrgico es, inicialmente, la mejor opción. Existen dos tipos principales de intervención:
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Cirugía abierta: permite una visualización completa del tendón. Se recomienda en pacientes sanos y activos menores de 65 años.
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Cirugía percutánea o miniinvasiva: menos agresiva, con menor riesgo de complicaciones postoperatorias y cicatrices más pequeñas.
Tras la operación:
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Se inmoviliza la pierna entre 6 y 8 semanas, con una férula bajo la rodilla y el pie en flexión plantar.
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El yeso se reemplaza progresivamente para recuperar la posición neutra del pie.
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Se inicia un programa de rehabilitación funcional activa, siempre supervisado por profesionales.
La recuperación completa puede llevar de 4 a 6 meses, dependiendo de la gravedad y del compromiso con la rehabilitación.
¿Cuándo es necesario acudir al médico?
Ante una posible rotura del tendón de Aquiles, acudir al médico es imprescindible. El dolor intenso, la hinchazón repentina o la dificultad para caminar de forma normal son señales claras de que algo no va bien.
Debes consultar con un profesional si:
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Has sentido un chasquido o una punzada aguda en la parte trasera del tobillo durante una actividad física.
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Tienes dolor al caminar, especialmente si viene acompañado de hinchazón o hematoma.
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Notas debilidad o inestabilidad al apoyar el pie o al intentar ponerte de puntillas.
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Aunque los síntomas no sean muy evidentes, sospechas que puedes haber sufrido un desgarro parcial.
En los casos más graves, como una rotura completa, la pérdida de funcionalidad es inmediata. En los casos leves o parciales, el dolor puede evolucionar lentamente, pero la lesión seguirá avanzando si no se trata a tiempo.
Un diagnóstico precoz mejora el pronóstico y evita complicaciones. No esperes a que el dolor empeore o que la movilidad se vea comprometida. Cuanto antes se actúe, mejor será la recuperación.
Preguntas frecuentes sobre la rotura del tendón de Aquiles
¿Cuánto tiempo tarda en sanar una rotura del tendón de Aquiles?
Depende del tipo de rotura y del tratamiento aplicado. En general, el tiempo de recuperación oscila entre 4 y 6 meses para volver a una actividad deportiva completa. En casos tratados de forma conservadora, la recuperación puede ser algo más lenta.
¿Se puede caminar con el tendón de Aquiles roto?
Con una rotura completa, es muy difícil caminar con normalidad. En cambio, si la rotura es parcial, es posible caminar, aunque con molestias, cojera y dificultad progresiva. Aun así, es importante no forzar y acudir al médico para evitar empeorar la lesión.
¿Qué ejercicios se hacen durante la rehabilitación?
La rehabilitación incluye ejercicios progresivos que fortalecen el tríceps sural, mejoran la flexibilidad del tobillo y restauran el equilibrio. Se hacen bajo supervisión profesional y pueden incluir estiramientos suaves, ejercicios en el agua y ejercicios de carga parcial.
¿Qué complicaciones pueden surgir tras una operación?
Algunas complicaciones posibles son infecciones, rigidez articular, trombosis venosa profunda o incluso una nueva rotura si no se sigue bien la rehabilitación. Elegir una técnica quirúrgica adecuada y respetar los tiempos de recuperación reduce estos riesgos.
¿Se puede prevenir una rotura del tendón de Aquiles?
Sí, en parte. Hacer deporte de forma progresiva, mantener una buena condición física, realizar estiramientos antes de la actividad y evitar entrenamientos intensos sin preparación previa son medidas que ayudan a reducir el riesgo.
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