Frugivorismo, ¿en qué consiste?
El frugivorismo es una derivación estricta del vegetarianismo que basa la dieta en el consumo de frutas.
Pero, ¿qué es realmente el frugivorismo?
Dentro de este marco, hay quien consume sólo frutas frescas, y quien incluye además los frutos secos, las semillas y los frutos de vegetales como la berenjena, el calabacín, el tomate, etc. Dejando al margen los motivos por los cuales una persona decide adoptar este tipo de alimentación, lo cierto es que resulta ser una dieta compleja de seguir e insuficiente a nivel nutricional.
Si vas a seguir el frugivorismo, recuerda seguir el asesoramiento de un profesional.
¿Qué nutrientes se reflejan en la dieta de frugivorismo?
Algunos nutrientes se ven comprometidos en este tipo de alimentación. Es el caso de:
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Proteínas. La fracción proteica en la fruta, además de ser de escaso valor biológico, es muy baja, aproximadamente del orden del 0,5-1,2%. Con estas cantidades no se cubren las necesidades recomendadas de proteína diaria. Por tanto, aquella dieta que está basada exclusivamente en el consumo de fruta es una dieta insuficiente a nivel proteico. Aun así, la proporción proteica mejora si se incluyen frutos secos y semillas.
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Vitamina B12. De entre las vitaminas de las que carece la dieta frugívora, destaca la vitamina B12, importante porque participa en la formación de glóbulos rojos y el mantenimiento del sistema nervioso central. Se encuentra sobre todo en los tejidos animales, y aunque también se encuentra en alimentos de origen vegetal como cereales, legumbres y verduras, las cantidades son muy reducidas. Para cubrir las necesidades, puede ser necesario tomar suplementación.
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Ácidos grasos. Una dieta frugívora puede tener un bajo contenido de ácidos grasos omega-3, cuya fuente principal es el pescado azul. Pero se puede mejorar, si se tiene en cuenta el consumo de otras fuentes de este ácido graso, como las nueces.
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Hierro. El aporte de hierro puede ser limitado en este tipo de alimentación, y es difícil cubrir las necesidades diarias. El hierro que se absorbe mejor es el de origen animal, que es el denominado “hemo”. En el mundo vegetal, el hierro se encuentra sobre todo en las lentejas, los frutos secos y los vegetales de hoja de color verde oscuro, pero en forma de hierro “no hemo” o hierro inorgánico, cuya biodisponibilidad es usualmente baja. Pese a que la vitamina C presente en frutas cítricas favorece su absorción, una alimentación estrictamente frugívora sigue aportando cantidades bajas de este elemento.
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Calcio. Con la falta de productos lácteos se descarta la fuente principal de calcio en la dieta. Pero, si aparte de una buena variedad de frutas, se incluyen frutos secos y semillas, como por ejemplo semillas de sésamo en la dieta, se puede mejorar el aporte de calcio, aun así cuesta llegar a la cantidad diaria recomendada. Por tanto, cabría contemplar la suplementación.
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Vitamina D. Los alimentos que conforman una alimentación frugívora no aportan vitamina D, vitamina que favorece la mineralización ósea. Aunque hay que considerar, que aparte de la dieta, el organismo dispone de otra fuente de vitamina D, pues tiene la capacidad de producirla a nivel cutáneo, cuando se expone la piel a los rayos ultravioleta B. Pero, si además la exposición solar es insuficiente, se tendría que considerar de nuevo la suplementación.
Antes de adoptar este tipo de alimentación, es importante tener en cuenta todas las consideraciones nutricionales, y si aun así, se decide seguirla, seguir el asesoramiento de un profesional.