Sin derecho al adiós: el proceso de duelo ante la crisis del coronavirus

Esta traumática medida, que no tiene otro objetivo que frenar la expansión del virus, complica enormemente el proceso de duelo de los familiares, dado que corta de raíz la posibilidad de realizar una de las pautas básicas para una elaboración sana de la pérdida de un ser querido: “despedirnos”.
Sin poder dar el último adiós
Pero si a esto le sumamos que durante la enfermedad la persona no pudo recibir visitas de sus familiares, ni un beso, ni una mirada, ni un último abrazo, el dolor de saber que murió en soledad, el sufrimiento psicológico es enorme y las consecuencias que pueda ocasionar en el equilibrio emocional de las personas, incluso en un futuro, es incalculable.
La imposibilidad de despedir a los seres queridos que fallecen y la celeridad con que se realizan los procedimientos en la actual crisis tiene muchas posibilidades de producir lo que en la guía unificada de trabajo para profesionales de la psicología y psiquiatría, conocido como DSM-5, se define como duelo complejo o patológico.
Esto quiere decir que el proceso de adaptación emocional que implica el duelo tras una pérdida de un ser querido no puede desarrollarse de forma adecuada en todas sus fases hasta llegar a la aceptación. Este tipo de duelos complejos generan síntomas psicológicos y emocionales de una intensidad y una duración mucho más profundas y extensas de lo habitual. Por lo tanto, es casi una certeza que estas familias necesitarán apoyo y seguimiento profesional.
Dado el panorama descrito, la ayuda psicológica será la siguiente emergencia que el país deberá resolver cuando acabe la crisis.
Desde DKV, mediante el seguro de decesos, contarás con ayuda psicológica para ayudarte durante y después del proceso. Lo primordial es ayudarte a superar la pérdida del ser querido
La ayuda de un psicólogo
El equipo de psicólogos del servicio de Atención al Duelo de DKV viene acompañando, desde el inició la pandemia del coronavirus COVID-19, a muchas familias que han perdido a sus seres queridos por esta enfermedad. Ellos son testigos, de primera línea, de experiencias de extremo dolor y desconsuelo: “Mi abuela, extremadamente debilitada por la enfermedad, me reconoció enseguida por el brillo de la mirada, y me regaló una última sonrisa”, apunta uno de los afectados por estas medidas, reiterando que ese fue el regalo más preciado de todos los que el joven recibió de su abuela en vida.
Tras el fallecimiento, se realizaron todos los trámites para que la funeraria procediera a la inhumación del cadáver. Ningún familiar pudo asistir al entierro, y no hubo ceremonia de despedida, por la situación de confinamiento en la que todos nos encontrábamos, pero esa última sonrisa es la que me está ayudando a sobrellevar el duelo”, concluye el joven, el cuál queremos preservar su identidad.
Cada una de las personas que atienden, les hace partícipes de su propia historia, y ellos les ayudan a gestionar el tsunami de emociones que les invaden en los primeros momentos de duelo.
Son historias que jamás habríamos imaginado que pudieran suceder hace tan solo unas semanas, pero que hoy forman parte del día a día de muchas familias de nuestro entorno. Nos quedamos con la sonrisa de la abuela como símbolo de esperanza en estos momentos de dolor, y de ella sacamos las fuerzas para continuar ayudando a las familias a caminar el sendero del duelo.