Colon irritable o síndrome de intestino irritable

No es de extrañar que la prevalencia del colon irritable aumente de manera proporcional al incremento del estrés que rige la sociedad actual. Aun así, no está claro el origen y se estipula que los factores que pueden participar en su patogénesis pueden ser de índole muy diversa (ambiental, genético, psicosocial…).
¿Qué es el cólon irritable?
El colon irritable es aquel trastorno digestivo denominado funcional porque se manifiesta con molestias tales como dolor abdominal, flatulencias y desarreglos en el tránsito intestinal (diarrea y/o estreñimiento), pero en cambio no se puede justificar con la presencia de alteraciones metabólicas o estructurales. En ocasiones se puede confundir con otras enfermedades funcionales intestinales como el estreñimiento funcional (EF) porque comparten algunos síntomas. En este caso, la diferencia está en que en el SII hay dolor abdominal recurrente, lo que repercute en la calidad de vida de la persona que lo padece.
Diagnóstico de colon irritable
A veces es difícil hacer un diagnóstico claro del síndrome de intestino irritable, e incluso cuesta llegar a un consenso bien definido sobre el tipo de pruebas a realizar. Aunque desde 1998, los expertos en enfermedades gastrointestinales se reúnen en Roma para dar conformidad y actualizar los criterios de diagnóstico de las enfermedades funcionales intestinales. De ahí surgen los denominados “criterios de Roma”, que van a servir de guía para todos los equipos que se ocupan de este tipo de enfermedades.
Tratamiento de colon irritable
Normalmente el tratamiento farmacológico va dirigido a aliviar los síntomas como el dolor y distensión abdominal. Y, de igual manera, muchas de las recomendaciones dietéticas se orientan a evitar aquellos alimentos o hábitos alimentarios que pueden empeorar o aumentar la sintomatología. Algunos de estos consejos van dirigidos a mejorar la diarrea y el estreñimiento; otros a seguir una alimentación que resulte fácil de digerir como: evitar comidas abundantes y con alto contenido graso, limitar la ingesta de sustancias excitantes (café o té), evitar bebidas alcohólicas y otros alimentos y bebidas que pueden producir incomodidad digestiva (cacao, especias, bebidas gaseosas, alimentos flatulentos, etc…). Pero, en otras ocasiones, el origen de los síntomas es debido a la presencia de intolerancias alimentarias (lactosa, fructosa, sorbitol, gluten…) o sensibilidad al gluten no celiaca; en estos casos es importante identificarlas para poder adecuar la dieta.
Dieta FODMAP para prevenir el colon irritable
En los últimos años se está utilizando la dieta FODMAP para reducir los síntomas de los trastornos intestinales funcionales. FODMAP (Fermentable Oligosaccharides, Disaccharides, Mosaccharides and Polyols) hace referencia a carbohidratos de cadena corta que son poco absorbibles a nivel de intestino delgado, y fácilmente fermentables por la flora intestinal. Esto provoca un aumento de la producción de gas en la luz intestinal, provocando distensión abdominal. Por eso la dieta baja en FODMAP es la que se ha propuesto como alternativa para ayudar a disminuir la sintomatología. Pero seguir este tipo de dieta implica restringir la ingesta de grupos de alimentos básicos, como algunas frutas (manzana, pera, melocotón, sandía…), verduras (alcachofas, espárragos, remolachas, brócoli, col, ajo, puerro, cebolla…), legumbres, cereales (trigo, centeno,…) o lácteos. De hecho, esta dieta generalmente se divide en varias fases que van de mayor a menor restricción y que necesitan de un buen asesoramiento y seguimiento por parte de un/una nutricionista. Finalmente se llegará a la fase de mantenimiento en la que la alimentación será más variada y equilibrada dentro de lo posible.