Lunar malo, cambiante, atípico y melanoma, ¿qué es qué?

La autoexploración es fundamental para la detección precoz de un lunar malo o potencialmente malo, pero requiere que conozcamos las señales de alarma.
Los lunares son muy comunes y pueden presentar características diversas: pueden ser diminutos, medianos, de color muy oscuro, tostados, planos, con cierto relieve...
La mayoría de las personas tiene al menos varias decenas de lunares comunes repartidos por todo el cuerpo.
Si bien casi siempre se trata de lesiones benignas que no dan ningún tipo de problema, existe la posibilidad de que en algún momento aparezca lo que a menudo, y de forma coloquial, llamamos «lunar malo».
Este término a veces se utiliza para hacer referencia a un lunar potencialmente maligno, mientras que hay personas que lo emplean para referirse al cáncer de piel propiamente dicho.
En cualquier caso, aquí abordaremos algunos conceptos básicos de los lunares y hablaremos de las señales que nos alertan sobre la presencia de un posible lunar malo, para mantenerlo bajo vigilancia y consultar con nuestro médico si es necesario.
El lunar común
Los lunares se forman cuando los melanocitos (células pigmentadas) crecen de forma agrupada. Son altamente comunes, tanto que la mayoría de los adultos presentan varias decenas de lunares por todo el cuerpo.
Los lunares comunes, que también se denominan nevo o nevus (nevi si hablamos en plural), son lesiones benignas de la piel.
Suelen tener menos de 5 mm de ancho y ser redondos u ovalados, con una superficie lisa y un borde bien definido.
Aunque pueden presentarse en cualquier parte, los lunares aparecen con más frecuencia en aquellas zonas que están más expuestas al sol, como la cara, el cuello, la espalda, etc.
Un lunar común suele tener un color homogéneo, habitualmente con un tono marrón o castaño tostado, aunque también puede presentar otras tonalidades como, por ejemplo, rosado.
Por lo general el color de un lunar tiende a ser más oscuro que la tonalidad de la propia piel, de ahí que las personas de piel morena tiendan a tener lunares más oscuros que las personas de piel clara.
Por otro lado, no es raro que un lunar sobresalga ligeramente de la piel, es decir, que los lunares comunes pueden presentar cierto relieve, adoptando forma de cúpula.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de lunar malo?
De forma general, las personas utilizan el concepto «lunar malo o maligno» para referirse a lo que se denomina lunar atípico. No obstante, también hay personas que lo utilizan para hacer referencia al cáncer de piel y, más específicamente, al melanoma.
Pero, ¿qué es un lunar atípico? ¿Es lo mismo que el melanoma? ¿Realmente es un lunar malo?
Un lunar atípico no es un melanoma. Sin embargo, sí podría considerarse un «lunar malo» por su potencial para degenerar en un lunar canceroso.
Es decir, a priori, un lunar atípico no es una lesión maligna, pero será importante revisarlo.
Los lunares atípicos, que también se denominan nevos displásicos, presentan un aspecto inusual o anormal, diferente al que hemos descrito para los lunares comunes. A pesar de ello, se trata de una lesión melanocítica benigna.
Lo que ocurre es que la presencia de lunares atípicos constituye un factor de riesgo para el desarrollo de un melanoma, que sí es una forma de cáncer de piel.
En otras palabras, un nevo displásico tiene mayor probabilidad de convertirse en canceroso que un lunar común, de ahí que en muchas ocasiones los dermatólogos decidan extirparlos de forma preventiva.
El melanoma
En la población general el término melanoma es bastante conocido y tiende a ser usado de forma genérica para hacer referencia al cáncer de piel.
Sin embargo, es conveniente saber que el melanoma no es el único tipo de cáncer que se puede sufrir en la piel. De hecho, es el menos frecuente entre los diferentes cánceres cutáneos.
Sí es cierto que el melanoma presenta una alta capacidad metastásica (puede diseminarse a otras áreas del cuerpo) y, por tanto, se trata de una neoplasia potencialmente grave. Es decir, el melanoma es menos frecuente pero mucho más agresivo que otros cánceres de piel.
Tal vez por esto sea más conocido entre la población general que, por ejemplo, el carcinoma de células basales, que es el cáncer de piel más frecuente, pero presenta un mejor pronóstico.
El diagnóstico temprano es un factor de gran importancia para un pronóstico favorable en cualquier forma de cáncer.
En el caso del melanoma, por su capacidad de invasión de tejidos próximos y de diseminación a otras partes del cuerpo, la detección precoz es más importante si cabe.

Por ello, es muy conveniente realizar de forma regular una autoexploración, para detectar cualquier cambio en nuestros lunares o la aparición de algún lunar de aspecto sospechoso.
Para esto resulta muy útil la regla del ABCDE que veremos a continuación.
La regla ABCDE para identificar un lunar malo, atípico o sospechoso
La autoexploración es fundamental para detectar aquellos lunares que puedan suponer un mayor riesgo de desarrollo de melanoma.
También es la mejor forma de mantener bajo vigilancia los lunares que ya tenemos, para apreciar lo antes posible cualquier cambio que pudieran experimentar.
Aunque aparece con mayor frecuencia en las partes del cuerpo que pasan más tiempo expuestas al sol, un lunar malo puede desarrollarse en cualquier zona, incluidas las que están poco o nada expuestas a la radiación ultravioleta directa.
Por tanto, al realizarnos nosotros mismos una exploración, no debemos dejar de comprobar también aquellos lunares que tenemos en lugares menos visibles.
Para identificar lunares atípicos y/o cambiantes durante una autoexploración es conveniente aplicar una estrategia que utilizan los propios dermatólogos: la regla de ABCDE.
La ABCDE es una sencilla regla que nos ayuda a detectar los signos de advertencia o alarma indicativos de un posible melanoma o un lunar cambiante.
Cada una de las letras que componen el nombre de esta regla hace referencia a una característica del lunar que debemos comprobar.
En conjunto se trata de 5 aspectos que pueden ser indicativos de un lunar malo o un lunar que está cambiando y que, por tanto, deberá ser visto por un dermatólogo.
Características de los lunares a comprobar en la autoexploración
Las características a las que debemos prestar atención siguiendo la regla del ABCDE son:
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Asimetría (A): los lunares comunes suelen presentar una forma simétrica y ovalada o redonda, pero los melanomas tienden a ser asimétricos.
Por tanto, si observamos que un lunar pierde su forma redondeada o aparece con una clara asimetría, será conveniente acudir al dermatólogo para revisarlo.
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Borde (B): es común que los lunares atípicos y los melanomas presenten bordes irregulares y asimétricos, con ondulaciones y/o poca definición; como si el borde se desvaneciera hasta fusionarse con el tono de la piel.
Esto puede permitirnos identificarlos y diferenciarlos de los lunares comunes, que por lo general tienen bordes lisos y uniformes.
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Color (C): el color es otra de las características que nos puede servir de señal alarma para detectar lunares sospechosos.
Concretamente, deberíamos fijarnos si un lunar presenta múltiples colores, con tonos de marrón o negro, e incluso rojo o azul.
Ya que los lunares comunes por lo general presentan un color uniforme, si detectamos un lunar que cambia de color o presenta diferentes tonalidades sería conveniente consultar a nuestro médico.
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Diámetro (D): el tamaño de un lunar también puede servirnos como señal de alerta para detectar un lunar malo de forma precoz.
Sin embargo, esta característica es probablemente la que los dermatólogos consideran menos fiable, ya que los melanomas también pueden presentar un tamaño pequeño.
En cualquier caso, si detectamos que tenemos un lunar que aumenta su tamaño y/o que supera los 6 mm de diámetro, lo mejor será consultar con nuestro médico de cabecera o visitar a un dermatólogo.
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Evolucionar (E): la última letra de la regla ABCDE unifica de alguna manera todo lo anterior. Hace referencia a la evolución de un lunar y, por tanto, viene a decirnos que debemos considerar como señal de alarma cualquier cambio que se produzca en el tamaño, la forma, la textura, el color o la elevación de un lunar o mancha en nuestra piel.
También es una señal importante, que no debemos dejar pasar, cuando un lunar empieza a presentar síntomas como picor, sensación de comezón, sangrado, exudado o aparición de costras en su superficie y contorno.
En definitiva, si detectamos cualquiera de estos cambios o nos aparece un nuevo lunar que nos resulta sospechoso, lo mejor siempre será consultar con un especialista para que pueda evaluarlo adecuadamente.

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