Soledad y redes sociales

Ya desde mediados del siglo pasado sabemos, gracias a las investigaciones de René Spitz y posteriormente de John Bowlby, con su teoría del apego, que la primera necesidad de todo ser humano es la de vinculación. Todos necesitamos, para sobrevivir primero y para desarrollarnos después, haber interiorizado experiencias positivas con otros seres humanos. En otras palabras: las experiencias de amor y socialización nos alimentan tanto o más que la comida.
Sintonizar
Nacido de los trabajos de Rizzolatti y otros científicos, más actual es el desarrollo del conocimiento que se va adquiriendo de las neuronas espejo, que confirma la importancia del papel de la interacción para el desarrollo de una vida mental y emocional saludable. Los descubrimientos actuales muestran que los cerebros trabajan en red, es decir, que cuando socializamos, nuestros estados emocionales se sintonizan como una emisora de radio. Cuando vemos a alguien reír se activan en nuestro cerebro las áreas cerebrales de la risa y así ocurre con todas las emociones, este fenómeno es el causante de la sensación de bienestar que sentimos al “sintonizar” con otras personas, es decir, al tener experiencias de mutuo reconocimiento y entendimiento.
El reconocimiento mutuo es un alimento del que dependemos todos, de lo que nos nutrimos y por lo tanto que buscamos saciar al igual que ocurre con nuestra hambre o nuestra sed. Sabiendo esto, los expertos en nuevas tecnologías llevan desarrollando desde hace años toda una serie de redes sociales que nos permiten tener al alcance de la mano la posibilidad de colmar esta necesidad primaria de reconocimiento y socialización.
El engañoso papel de las redes sociales
Sin embargo ¿es eso cierto? ¿Son las redes sociales un potenciador de los vínculos entre humanos o más bien un alienante?
Desde nuestra experiencia consideramos que las redes sociales no colman esa necesidad básica de vinculación, sino que más bien conllevan el riesgo potencial de sumirnos en un universo de pseudo-relaciones que por su carácter adictivo nos aleje de una saludable y verdadera vida relacional, en otras palabras, el tiempo que pasamos frente al ordenador revisando los “me gusta” que tiene nuestra última publicación en facebook es tiempo que no dedicamos a quedar con nuestro amigo tal o a visitar a nuestra abuela o simplemente a dar un paseo para ir a comprar el periódico y hablar del partido de ayer con el quiosquero.
¿Por qué?
Estas herramientas de comunicación masiva nos permiten atraer la mirada virtual de más gente sí, pero no permiten interiorizar experiencias relacionales reales con ninguna de estas personas, por lo tanto, no se da el efecto de sintonización con el otro tan necesario para el desarrollo de una saludable socialización.
- Al llevar todo el día en el bolsillo el dispositivo móvil este mundo pseudo-relacional empieza a ocupar un lugar enorme en nuestra vida con el riesgo de sobreponerse al saludable y real mundo relacional del “tú a tú”.
- Muy ligado al punto anterior, pensamos que esta sustitución de relaciones reales por pseudo-relaciones virtuales puede llevar a la alienación y al desarrollo de un sentimiento de soledad.
- Uno puede caer en la trampa de, para tapar la soledad, engancharse más al mundo virtual y entrar en un tipo de adicción del que será difícil salir ya que se utiliza como remedio justamente aquello que obstaculiza la curación.
No queremos desde aquí demonizar las redes sociales, pero sí consideramos necesario advertir que el gran papel que están tomando en nuestras vidas conlleva unos riesgos, las consecuencias de los cuales ya las estamos viendo a diario en las consultas de psicología y psiquiatría. Aconsejamos pues, al lector, hacer algo de autoanálisis y, si lo considera necesario, empezar a cuidar su mundo de relaciones como quien cuida de su dieta o de su higiene corporal.
Enric Artés – Especialista en Psicología Clínica – Psicólogo consultor de Advance Medical